Quien será la que me quiera a mi?

-Ya que estamos hablando sobre ladrones ¿escucharon qué se escapo uno de la carcel?- dijo el viejo Bill Cerna, un hombre gordo, de blancos cabellos y ojos negros
-¿De la carcel?- preguntó Ana Milcuna, la más joven de todos en la mesa
-sí, un desgraciadillo ladrón se ha fugado de La Carta Mayor-
En cuanto Bill terminó de decir el nombre de la carcel, Corina Valcedre, soltó un carcajada para demostrar que ella creía que estaba contando tonterías -Mi querido Bill, yo creo que eso es imposible, pues La Carta Mayor es una carcel de extrema seguridad, y dudo mucho que se haya escapado un simple ladronzuelo-
El acompañante Ana, miró a Bill y en su mirada había aires de desconfianza sobre lo que había dicho el viejo. Del mismo modo lo miraba Diego Valcedre. Era momento de ayudar a Bill
-Yo también lo he escuchado, Bill- en ese momento Bill me sonrió expresando su gratitud conmigo por creer en sus palabras
-¿Ven? Melisandre sabe del asunto- todos me voltearon a ver, pero esta vez estaban convencidos de que las palabras de Bill no eran simples chismes.
Yo soy la más vieja aquí, no es por alardear, pero todos me creen las cosas que digo, sin pensarlo dos veces. Una vez he comprobado esto, diciéndole a Diego que existía una enfermedad que te ponía la piel verde, cuando el se había manchado de salsa el brazo sin darse cuenta, fue algo muy gracioso, ya que el armó un alboroto en la cena por el asunto, y Corina y Bill estaban mirándolo temblorosos además de asustados, evitando incluso el contacto visual con el engañado hombre. Solo Ana no parecía muy convencida, hasta que me acerque a ella y le dije entre susurros el verdadero origen de esta "enfermedad". Ana y yo nos reímos durante mucho tiempo cuando los otros tres se habían ido ya. Al día siguiente, Diego me llamó diciendo que se le había quitado la mancha después de untarle la pomada que le había recomendado, estaba muy agradecido conmigo y me compró un lindo y costoso bolso. Unos meses después le confesé la verdad sobre la enfermedad, el me observó dubitativo durante unos segundos, intentando averiguar si estaba hablando en serio, hasta que se echó a reír y presumió que él supo desde el primer momento, aunque no fuera así.
-Melisandre ¿Es cierto?- me preguntó Ana, que como mi mejor amiga, conocía mi largo historial de bromas que le había gastado a través de los años a aquel trío de crédulos. Era verdad que lo había escuchado, asi que la mire directamente a los ojos y asentí mientras metía un poco de pasta con el tenedor en mi boca. Corina y Diego se miraban entre ellos, ahora un poco preocupados por haber confirmado la veracidad de lo que había dicho Bill hacía unos minutos.
-Y ¿No saben si es un ladron de poca monta?- dijo Corina haciendo la pregunta abierta pero mirando a Bill
-Pues realmente no sabemos mucho, pero si escapó de La Carta Mayor, no debe ser un tipejo cualquiera- 
-Bill, estás haciendo que me sienta un poco insegura- dijo Corina mientras comenzaba a esconder los numerosos anillos brillantes que traía puestos en sus dedos
-Yo solo digo que...- 
-Nahh, todos escapan de la carcel, incluso los más brutos lo hacen- interrumpí a Bill, justo a tiempo antes de que dijera algo que inquietará lo suficiente a Corina, como para hacerla tener uno de esos ataques de pánico tan característicos de ella. La forma despectiva en que lo dije, surtió el efecto deseado, pues la mujer, soltó un suspiro de despreocupación increíble. -Bueno, de todos modos debemos andar con cuidado ¿No es así Diego?- error, no surtió efecto -sí, me parece que es mejor encerrarnos bajo llave hasta que se haya notificado la captura de este tipo- 
-No porfavor, cálmense, nada les va pasar, los músicos están tocando una cancion que me gusta, vamos a bailar- todos me hicieron caso y a coro dijeron "Está bien"


Quien será la que me quiera a mi? 
Quien será, quien será? 
Quien será la que me dé su amor? 
Quien será, quien será? 


Diego y Corina eran los mejores bailando y de todos, también eran los más ricos. Corina con su vestido verde con &@encajaes@& dorados, sus anillos despampanantes y su acomodado cabello, hacían que fuera el centro de atención junto con su bien parecido y elegante esposo. Ana y su novio no bailaban tan bien, pero la hermosa y blanca sonrisa de Ana era su principal atractivo, además de su delgada y curveada figura. Bill y yo bailamos juntos, los más viejos y los solteros, oh vaya, que maldita pena. Es hora de aclarar que soy una de esas señoras que viven con unos cuantos gatos, una buena posición en la sociedad, además de una gran suma en el banco, no obstante sin un esposo o algún jovencito a lado en espera de su muerte para heredar la jugosa cantidad de dinero en los bolsillos... me parece que la sociedad nos denomina "Quedadas".


Yo no sé si la podré encontrar 
Yo no sé, yo sé 
Yo no sé si volveré a querer 
Yo no sé, yo no sé


Bill está cerca, sin embargo sumamente lejos de estar en la misma situación que la mía, el si sale con jovencitas en busca de su dinero, sin embargo es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de ello, entonces solo juega con ellas, les hace lo que quiere y después deja a estas "víboras caza fortunas". No digo que este bien la manera en que las trata, pero creo que de alguna forma es correcto, ya que en cuanto estas arpías del mal consigan lo que quieren (su dinero), lo único que tendrán que hacer, es soportar a ese gordo encima un par de minutos, fingiendo un extremo placer para que él se lo crea, de este modo cuando el vaya a trabajar, ellas le dirán a sus amantes que ya es seguro salir de su escondite, pues el viejo se ha ido. Me alegro de que Bill sea así. Lo envidio. Lo envidio demasiado 


He querido volver a vivir 
La pasión y el calor de otro amor 
De otro amor que me hiciera sentir 
Que me hiciera feliz como ayer lo fui 


Mientras bailamos paseo con la vista los alrededores del lugar, en busca de algún joven guapo qué tal vez sea como esas víboras caza fortunas que persiguen a Bill todo el tiempo y... oh, justo se acerca una de esos seres malignos. En verdad deben tener una muy buena figura para llamar la atención de los peces gordos, esta chica, parece cargar consigo un peso enorme tan solo en su trasero. Y ya ni hablar del frente, ni en mis buenos tiempos yo era tan voluptuosa, y yo fui una mujer muy hermosa. A mí no me engañas mocosa, labios inflados en perfecta forma de corazón, un trasero enorme y despampanante, un pecho enorme, todo en ti es plástico. Como es que a algunos hombres les gusta eso ¿Acaso no son mejores unos cojines chiquitos pero reales? Error, ya atrapó la atención de Bill, Diego y el novio de Ana. De los tres el más discreto es el novio de Ana, después Diego y Bill... Bill es un descarado


Ay quien será la que me quiera a mi?
Quien será, quien será?
Quien será la que me dé su amor?
Quien será, quien será?


La cancion ya ha terminado para cuando ese pedazo de carne inflada ha llegado hasta nosotros 
-Buenas noches señorita- Ay Bill, cuando menos conoces sus intenciones 
-Buenas noches caballero- eso sonó ligeramente argentino ¿Eres de Argentina, arpía?
-Buenas noches- rayos, me estoy comportando como una colegiala estupida y no como una señora de mi edad. La arpia me examina de pies a cabeza. Me siento incómoda con sus ojos sobre mí ¿Que se cree esta mocosa? Después deja ver sus blancos dientes con una sonrisa amable. No dice nada, voltea un poco su cabeza y de pronto un hombre se acerca. No puede ser ¿Pretende darme un juguete para dejarla aquí con Bill? Es increíblemente alto y fuerte. Su saco italiano lo hace ver bastante bien.
-Buenas noches- dice mientras besa el dorso de mi mano
-Buenas noches- el juguete de la mocosa, surte efecto sobre mí ¡Ay cielo santo! ¡He sido atrapada por las garras del mal! ¡Sálvenme! 
-¿Le gustaría bailar?- ¡El mal sabe qué palabras usar! -Oh, por supuesto que sí- ¡El mal! ¡El Mal!
Ahora tocan una especie de música italiana ¿Que ha pasado con él "¿Quien será?"? ¿No lo pueden repetir?
Este tipo sabe moverse, me toma fuerte de la cintura ¡Bill, sálvame! Oh, sus manos son enormes ¡El mal me ha atrapado! Pasa sus manos por mi cuello ¡Bill sálvame!
No puede ser, Bill ya no está, Ana y su novio se han sentado al igual que los Valcedre ¿Cuanto tiempo hemos bailado? Ahora suenan otros ritmos más lentos. El tiempo al lado de este caballero ha pasado demasiado rápido para mi gusto.
Mientras el y yo damos vueltas en la pista, sorprendo a Ana mirándome con una sonrisa boba. Entre cierro los ojos para adivinar sus pensamientos, a lo que ella responde con una leve risita. Ana sabe que he caído en las garras del mal, y mi salvación es ahora inevitable.
Fuera en la calle pasan coches de policía a toda velocidad, lo sé por los aullidos de sus sirenas. Después de unos cinco minutos de seguir bailando, este amable caballero se despide de mi ¡No te vayas porfavor! Se disculpa antes de salir caminando por la puerta que lleva al estacionamiento.
Voy a sentarme a la mesa donde están los demás. Ana me mira con su sonrisa burlona
-¿Y bien señora Mongliere? ¿Como ha estado su noche?-
-Pareces una niña Ana, basta por favor-
-Una niña parecías tú con esa sonrisa de oreja a oreja-
-¿Tan obvia he sido?-
Ana comenzó a reírse -Tranquila, solo lo he notado yo...-
-¿Solo tu?-
-Amm tal vez también Bill, Diego, Corina y el hombre con quien bailabas-
La mire unos segundos mientras ella seguía riéndose y su novio tomaba una copa de vino, ocultando su risa respecto a mí obviedad.
-Es verdad ¿A donde ha ido Bill?-
-No lo sé, pero puedo suponer lo que iba a hacer al salir de aquí con la nueva víbora-
-Bueno, voy a tomar un poco de vino-
Después de unos minutos de habérselo pedido a un mesero, este regresó con mi copa.
Estuvimos al rededor de otra hora platicando sobre el paseo a la casa del lago de los Valcedre que hicimos el año pasado. Hasta que los viejos nos cansamos y llego la hora de pedir la cuenta. Ana todavía tenía energía para estar más tiempo despierta, pero decidió irse con su novio a dar un paseo por la ciudad.
Como siempre cuentas divididas. 
Comienzo a buscar mi monedero para pagar, pero... pero no lo encuentro.
No está en mi cintura ¡Mi dinero! Ana nota mi cara de preocupación, así que se acerca a preguntarme si está todo en orden, pero de inmediato niego con la cabeza -No encuentro mi monedero-
-¿El que siempre traes en tu cintura?-
-Ese mismo- Ana comienza a analizar mi cintura, después al suelo para ver si anda por ahí. Luego voltea a verme e inclina ligeramente su cabeza a la derecha -¿También se te ha caído el collar?- 
Un momento... cintura, cuello, monedero, collar... Ese maldito, ¡Me ha robado!







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