5:09 am

Todo inicia en un examen en el edificio, el clima es frío y las personas están angustiadas, pues ese día hay un terrible examen de física cuántica y otro de administración. Los alumnos están que se muerden las uñas del miedo. Una chica está vomitando detrás de un frondoso árbol muy alto, situado al término de las escaleras.
Sale del aula de clases un caballero mayor, con cabeza de dragón y prendas muy elegantes, sin duda alguna el profesor de física cuántica, seguido de una señora vestida como una reina con un peinado ostentoso y muchas joyas en las manos. La reina de la administración.
 "Entren jóvenes"
El momento ha llegado todos se forman en una hilera para entrar al salón uno por uno y de este modo llevar un control de la lista y el lugar que ocupará cada estudiante, en el inmenso salón que tiene una extensión lo suficientemente grande como para meter 70 personas, dejando espacio de sobra para otros 30.
Adentro Seamus platica con Gagarin, justo antes de que entren todos, sobre la fiesta que se dará en la noche. Por fin el examen llega y nadie pierde el tiempo, lápices rápidos y nerviosos llenan el papel como si de una imprenta se tratase.
Una hora después de haber entrado, el dragón elegante y la reina se levantan de sus sillones dispuestos en esquinas contrarias del salón.
"El tiempo ha acabado muchachos" dicen ambos a coro antes de que la reina de un chasquido haciendo volar los exámenes al escritorio, separándolos en exámenes de física cuántica y administración.
Los dejan irse, pero muchos estudiantes entran de nuevo al salón para cambiarse el uniforme y ponerse una ropa más cómoda y abrigada para el clima invernal de la época. Hace tanto frío que en el marco de la puerta se han formado estalactitas de hielo y a las ventanas las cubre una delgada capa de escarcha que forma magníficos y muy bien detallados garigoleos.
Seamus y Gagarin se cambian mientras hablan sobre la fiesta nocturna de más tarde.
Un joven fuera del salón llora a mares por haber olvidado poner su nombre en el examen de física cuantica. Mientras que una chica más al fondo llora desconsolada por no haber sabido contestar la mitad de dicho examen. Otro chico se desmaya por la situación, pero nadie sabe cuál es su motivo.
Una vez arreglados, salen al estacionamiento, Seamus se sube a su auto,  le ofrece un aventón a Gagarin a su hogar. El coche por dentro parece una nevera, pues en su interior sale el mismo vapor que sale de los congeladores domésticos.
Sus ventanas tienen los mismos garigoleos que los del salón.
Se suben y parece que hiciera más frío adentro que afuera.
Seamus acciona la llave en el vehículo, pero este no enciende, tan solo lanza gorgoteos con chillidos de acero chocando. Después de varios intentos, por fin logra encender aquel largo auto color rojo.
Después de llevar a Gagarin a su casa, Seamus regresa a la suya. Una vez ahí se decide a dormir para tener energías y sentirse de maravilla en la gran fiesta.
Duerme muchísimo tiempo, despertando justo para irse al lugar.
No se da cuenta muy bien de lo que sucede y de algún modo extraño llega a la fiesta, arreglado y perfecto para la ocasión. Al principio la fiesta era más bien una gala, pero después se convirtió en una vulgar especie de antro o bar con música y muchas personas bailando distintos tipos de música dependiendo en que parte del establecimiento estuvieran. Había una parte donde un caballero gordo de tez morena con colores psicodélicos adornando su cabello, tenía calentadores rosados y una camisa de tirantes negra, hacia aerobics en una habitación cerrada con largas ventanas en las paredes rosadas para poder ver del exterior al interior y del interior al exterior. La reina estaba sentada en un sillón café de piel, rodeada de hombres muy apuestos a los cuales trata como viles cucarachas usándolos solo para darse buenos tacos de ojo, en la zona de la música electrónica que estaba a obscuras y la única iluminación eran rayos de colores y una bola de cristal situada están medio de cada una de las mesas de esa parte de la fiesta. Seamus esta con una chica charlando en la zona de la música clásica, donde el salón era majestuoso con blancas paredes y pilares maravillosamente adornados, iluminado por luces cálidas provenientes de candelabros colgados en el techo. Pero Seamus no llegó solo a la fiesta. Llegó con la misión de cuidar a una niña pequeña la cual no se ha dado cuenta que perdió de vista hace un buen rato, alrededor de una hora que comenzó a hablar con la chica. De pronto, nota el asunto de la pérdida y sale corriendo a buscar a la niña. Fuera del salón ya no hace frío ni hay hielo o escarcha en alguna parte, tan sólo llueve de manera suave y calmada, pero lo suficientemente fuerte para producir grandes charcos y mojar a cualquiera que se posara bajo el cielo nocturno sin abrigo alguno.
No la ve afuera. Regresa adentro y comienza a gritar el nombre de la niña. Busca en todas las zonas musicales y no la encuentra por ningún lado, ni siquiera en los baños o en la cocina.
Vuelve a salir, gritando con locura el nombre de la niña. La fiesta estaba en un edificio en el centro de la ciudad. Una ciudad con edificios coloniales. Pronto, la lluvia deja empapado a Seamus. Es de noche y los vehículos transitan a toda velocidad las peligrosas calles mojadas del centro, cruzar las avenidas es todo un reto, no obstante el muchacho se decide a buscar a la niña en los alrededores. Un vehículo lujoso negro del siglo XX con vidrios polarizados casi atropella al joven. El agua escurre de su cabello, surcando su rostro. La corbata morada con rayas verdes que lleva puesta, se ha tornado más obscura por el agua, haciéndola ver casi negra. Ha buscado a la niña por más de una hora y sigue sin aparecer. De momento ve a Charinsqui quien, al igual que Seamus, tenía la encomienda de cuidar a alguien, pero el suyo era un chico un año o dos menor que Charinsiqui y Seamus.
Charinsqui se detuvo a mirar la figura mojada de Seamus
"Has visto a mi niña" pregunta el joven aterrado a Charinsqui.
"No" responde preocupado. No se dicen más y no se vuelven a ver en toda la noche.
Seamus regresa a la fiesta, derrotado y con aires de decepción a sí mismo.
Alguien grita al ver el bolso de la niña, pero comienzan a dudar que la niña de Seamus, haya sido realmente una niña tal como él lo decía, pues ese bolso parecía pertenecer a alguien de mayor edad, tal vez no mayor que el mismo, pero si mayor de 18 años al menos.
La chica ha desaparecido, o en el peor de los casos ha sido secuestrada por alguien que no quería los miles de pesos que tenía en el bolso. En cualquier cosa, el destino de esa muchacha es bien sabido por cualquiera que tenga una capacidad de análisis promedio, basándose en la situación insegura que se vive en el mundo.
Un año después Seamus, se ha castigado por su decepción a la sociedad y se ha convertido en un vagabundo que deambula sin rumbo alguno por las calles del centro. Aquella noche, se subió a su auto e intentó quitarse la vida estrellándose debajo de un puente donde nadie lo encontraría, para poder ocultar su falla. Pero incluso en eso falló. El precioso vehículo rojo quedó destrozado y Seamus muy lastimado, pero no muerto. Sus terribles heridas requerían de atención médica, pero el sistema sabría que habría perdido a la chica y no lo atenderían.
Una doctora dueña de una farmacia decidió atenderlo fuera de la ley, además de que le dio cobijo en la farmacia. Seamus ha dormido todas las noches en la farmacia desde enton…
¡Suena un ruido fuerte!
Como si muchas cosas cayeran de un segundo a otro, causando un destrozo sin igual. La primera idea que pasa por la cabeza del señor Damián, es que ha habido un temblor y que en cuanto abra sus ojos se encontrará atrapado por los escombros y las ruinas de su hermosa casa blanca. Se le hace extraño no sentirse inclinado o adolorido de alguna parte del cuerpo, sin embargo no se atreve a abrir los ojos. Intenta regresar al sueño del pobre Seamus que falló en la misión de proteger a una chica.
Después de largos y terribles treinta segundos, por fin se atreve a abrir los ojos. Primero abre el izquierdo en busca de los escombros, pero tiene la suerte de no encontrar nada. Gracias al cielo, dice para sí mismo. Posteriormente abre su ojo derecho, pero al abrirlo, prefiere que sean escombros lo que hizo el ruido y no los libros en repisas que están junto a su cama. Al haber tantos libros acomodados como sardinas en lata, Damián se vio en la necesidad de hacer dos torres de distintos títulos en la mesa de noche. Dichas torre fueron las que se derrumbaron en la mesa, y que ahora están regadas en el suelo. Tarde o temprano caerían dichas torres. No le queda otra opción mas que levantar sus amados libros que ahora están todos doblados con las páginas arrugadas. Un maltrato muy peculiar sin razón de ser. Consulta el reloj en la pared de la habitación y son las 5:09 de la mañana, aún le queda una hora de sueño que no desperdiciaría, antes de ir a trabajar, así que lo que hace es acomodar los libros en el suelo para evitar su maltrato y de ese modo poder dormir otra hora más. Una vez terminada esta tarea, apaga la luz y se acuesta de nuevo.

Cierra los ojos y lentamente siente como se va quedando dormido de nuevo, pero justo antes de conciliar el sueño por completo, suena un chasquido de la lámpara de la mesa encendiéndose. Se levanta molesto a apagarla, pues algo que sucede normalmente debido a la mala calidad de la instalación eléctrica de su hogar. “Maldito foco” dice mientras lo apaga. Una vez más se vuelve a acostar pero en eso siente algo que no había sentido en mucho tiempo, algo que él pensó que ya había logrado superar, una cosa que no creyó volver a ver nunca. No abre los ojos, e intenta dormirse a la fuerza, pero el chasquido regresa, y esta vez la lámpara no solo se enciende como comúnmente pasa, esta chasqueando mientras emite luz para después apagarse de manera veloz. Se escucha como un libro deslizado por la habitación de manera violenta sin cuidado alguno. No lo puede evitar, lo único que le queda es levantarse para enfrentar cara a cara a aquella figura incorpórea que hace tres años le dio un susto de muerte en la sala de esa misma casa. Cuando por fin se endereza y abre los ojos, nota que ningún libro del suelo ha sido movido de su lugar provisional. Analiza el suelo de toda la habitación esperando encontrar aquel ser que se arrastraba con el pecho al suelo, para andar. No hay nada, pero la luz sigue emitiendo chasquidos, solo que ahora no se apaga, tan solo se acciona el interruptor sin tener cambio alguna en la iluminación –¡Ya basta!- amenaza molesto Damián a la figura que ni si quiera ha logrado ver.  Al parecer su amenaza surte el efecto deseado, pues la lámpara se ha apagado al instante. Se vuelve a acostar, pero de nuevo suena el maldito chasquido encendiendo la luz. Se alza de golpe, furioso lleno de odio e ira, dispuesto a soltar golpes a la nada, pero lo que se encuentra es que todos los libros de la repisa han sido cuidadosamente colocados en el suelo, mientras que los del suelo subieron a la repisa en un santiamén. Voltea a su reloj. Las 5:014. No podrá volver a dormir y mucho menos estar en su casa más tiempo, lo único que puede hacer ahora es ir a su trabajo y deshacerse de ese lugar maldito cuanto antes. Se baja de la cama mientras se dirige a toda velocidad a la puerta, pero algo lo toma del hombro a medio camino, no sabe que es, y tampoco tiene deseos de voltear a ver a su viejo enemigo, así que lo más que se atreve a hacer es ver ligeramente su hombro. Una mano anciana, quemada, con largas uñas de dos centímetros con una coloración negra, acompañadas de un olor a putrefacción insoportable, aprieta su hombro con esfuerzos, pues parece tener problemas en sus articulaciones, justo antes de soltarlo. 

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