Cuando me dejaste de amar

Yo sabía querido, que el día llegaría, en que te querría colgar, no pensé que llegara tan pronto, ni que fuera de este modo, pero el día ha llegado, ahora es el momento en que te quiero matar.
Recuerdo muy bien aquella noche que llegaste del trabajo, estabas triste, cansado y molesto, yo igual. Estaba enojada con el mundo, por alguna razón de la cual no estaba cien por ciento enterada, simplemente estaba enojada, a pesar de ello te hable con cariño, como siempre lo hago cuando llegas, pero del mismo modo en el que yo siempre te saludo, tu siempre me ignoras, no hay un solo día en el que no me ignores. Llega ese momento en el que me siento hastiada, con ganas de gritar, pero no sirve gritar, pues cuando lo hago, en vez de ver que es lo que me sucede, lo que haces es ir y encerrarte en nuestra habitación a esperar a que se me pase, lo cual no ocurre hasta la mañana siguiente. Por eso lo deje de hacer, desde los primeros tres meses que dejaste de hacerme caso, supongo que no es el modo de llamar la atención, o al menos no el modo correcto. Llorabas en vez de irme a ver, llorabas suplicando que me callara, gritándome, hasta que tú también dejaste de hacerlo.
Si gritando no me harías caso, entonces hablarías conmigo si comenzaba a destruir nuestra casa. Como estaba enferma, me la pasaba todo el día durmiendo, comiendo, estornudando o con dolores insoportables de cabeza, pero en cuanto llegabas, dejaba todos mis males a un lado para romper aquellos objetos que tú y yo amábamos frente a tus ojos. Pero ni siquiera de ese modo me hacías caso. Te encerrabas en nuestro cuarto y a la mañana siguiente limpiabas mientras yo dormía. Maldito cobarde, te odiaba, y ahora te odio más que nunca, por eso hoy te colgaré, a pesar de mi debilidad por mi enfermedad, me las arreglare para matarte, porque ya me tiene harta tu asquerosa indiferencia ante mis llamados. Bien podrías hacerme caso, pero no, lo que haces es llorar mientras suplicas que pare. Maldito cobarde, debería darte pena lo que le haces a tu amada esposa, a la mujer que amaste por más de 20 años, aquella a la que declarabas tu amor como si de una reina se tratase, aquella a la que le decías “mi amor”, “mi luz”, “mi vida”, “cariño”. ¿Qué fue lo que pasó? ¡Cuando fue que me dejaste de amar! Pero eso yo lo sé en verdad. Todo comenzó el día que me enferme, ese día tú te pusiste tenso, te desvivías por alegrarme los días tratando de curar mi situación y ayudarme a salir adelante, de hecho lo lograste. Llego el día en que me pude levantar del encierro que producía la situación, comencé a mejorar, pero en ese momento en el que yo estaba mejor, tú me comenzaste a ignorar. Te propuse ir a Disneylandia. Odiábamos ese lugar y por ello pensé que te parecería gracioso, pero en vez de eso te soltaste a llorar, yo te consolé en la mesa y me pediste perdón, yo no entendía ese perdón, supuse que era por el asunto de haberme ignorado el día anterior por completo. 
Te besé, pero tu beso no fue el mismo de antes, yo lo sentía vacío, lo sentía sin vida, ese fue el momento en que me dejaste de amar. Salí de la casa, fui con mi madre pero ella me ignoro también, estuve un mes hasta que se murió, llore muchísimo ese día, ella estaba muy sana, no tenía razón alguna para morir, y mucho menos morir con esa inexplicable tristeza en su rostro. Llamé a emergencias, les dije lo que sucedía y ni siquiera me hablaron por el teléfono. La respuesta fue inmediata, llegó una patrulla a la casa de mi madre, yo abrí la puerta soltando un mar de lágrimas, sin embargo no me dijeron nada y yo tampoco les dije mucho, tan solo les mostré el lugar donde yacía la mujer que me había dado la vida y que ahora ella la había perdido. Uno de los oficiales me llevo a casa después de eso, él te dio la noticia, tu lloraste también. Entre a la casa y al día siguiente ya estábamos en el velorio, te intente abrazar varias veces, pero tus pensamientos ausentes me molestaron demasiado, no me parecía justo que ese día también me ignoraras.
Los dos siguientes meses fue lo mismo, pero hoy ya me canse, en cuanto regreses te matare por que no puedo soportar esto.

Pero ya que aun no llegas, iré a ver los documentos para sentir más enojo al analizar nuestra acta de matrimonio. El problema comienza en que cuando por fin encuentro el folder de los archivos importantes, el primero no es nuestra acta de matrimonio, aquella acta que certificaba nuestra bella unión. No, eso no fue lo que encontré. De un modo aterrador e insensible, el primer documento era un acta de defunción, con mi nombre escrito en ella.

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