6. La Vajilla Rota
Por supuesto, con total y
absoluta razón justificada, sería lógico pensar que LePap, al igual que todos
los niños, reía y gozaba de su infancia mientras jugaba, corría, brincaba y se
divertía haciendo cualquier cosa infantil que los niños acostumbran a hacer
antes de entrar en la adolescencia y tener una verdadera razón hormonal para ni
siquiera dedicar una simple sonrisa de pura cortesía a aquel que los saluda.
Tristemente, si ustedes han pensado
en tal cosa, temo informarles que están en un completo error. Un error
comprensible y común, hasta cierto punto, pero un error al fin.
Cuando el anciano nació, los
doctores del Hospital General Nozaroc, situado en el centro de la ciudad,
esperaban que el pequeño bebé de tres kilos y ciento cincuenta gramos de peso,
llorase o se zangoloteara de alguna forma. Lamentablemente se encontraron con
dos cadáveres. Uno, de un bebé recién salido del vientre de su madre, y el
otro, lastimosamente, el de una madre sudorosa, cansada, con los ojos sumidos,
la piel pálida, cabello descolorido que alguna vez fue de un negro intenso
azulado, y sobre todo, un corazón sin vida que en un esfuerzo desesperado por
dar a luz a un bebé muerto, se había desecho de todas sus energías.
La enfermera Carmen Molina
no pudo resistir el llanto ante la trágica escena que estaban presenciando sus
bondadosos y sensibles ojos. El doctor Larberec RecNac, tenía fe en que la
madre se podría salvar, pero sin razón aparente, cuando por fin pudo salir el
bebé, ella perdió el pulso y su llanto, lleno de dolor, se vio silenciado
abruptamente de un segundo a otro.
Era el primer cadáver
trayendo al mundo a otro cadáver.
Larberec no tenía palabras,
estaba asqueado por lo recién sucedido. Se disponía a avisar a la madre y
familiares de la chica, cuando la enfermera Sacidem Soton advirtió que el bebé
comenzó a respirar. Carmen Molina lo consideró un milagro, pero la realidad era
otra.
El bebé llegó de luto, y
tuvo la terrible suerte de llegar a una familia rota, que justo unos momentos
antes de su llegada al mundo, acababa de perder otro trozo de la peculiar
vajilla rota con la que, la acaudalada familia LePap, solía compararse en las
fiestas a modo de broma, para ver con burla y ojos “alegres”, los múltiples
fallecimientos que se daban en la numerosa familia, que en la actualidad se ve
reducida a unos cuantos miembros.
Se supone que los humanos
deben nacer antes de morir, pero con Nofarrag fue diferente, pues el comenzó a
vivir después de haber muerto unos segundos antes de salir del vientre de su
madre, la dulce y amistosa Darlin LePap.
El anciano murió a las 11:59
pm con 37 segundos de un veintinueve de enero y nació un treinta de enero de
1933 a las cero horas con 2 segundos. Debido a que no había padre
alguno, el bebé tomo los mismos apellidos de su madre.
A esa misma hora el abuelo
de LePap avanzaba a toda velocidad cruzando la alborotada ciudad nocturna,
intentando llegar a tiempo al nacimiento de su vigésimo nieto cuando, sin darse
cuenta por la prisa, se pasó una calle cuando su carril tenía la señal de alto,
produciendo un terrible accidente en el que otro vehículo se impactó justo en
el lado del conductor. El costoso automóvil del abuelo de Nofarrag, el señor
Orrealec LePap, dio varias vueltas antes de estrellarse contra un viejo árbol
con casi cien años de edad; a pesar de que el impacto fue justo en el lado
donde él estaba sentado, y que se golpeó repetidas veces en los giros que dio
el coche, el señor Orrealec seguía con vida, con un único pensamiento su
cabeza: Su nieto.
Lastimeramente era una
madrugada lluviosa y el tronco de aquel árbol estaba podrido. No se hubiera
caído si el coche no se hubiese estrellado justo en el punto de quiebre. Orrealec
se quitó el cinturón de seguridad y comenzó a arrastrarse por el techo de su
vehículo volcado, con las llantas hacia arriba y justo antes de llegar a la
húmeda calle donde pudo haber estado a salvo de cualquier peligro, el árbol le
cayó encima. Tan solo le faltaban cuatro calles para llegar al hospital.
Si él se hubiera fijado en
la señal de alto. Si él hubiese detenido el coche a tiempo. Si hubiera
reaccionado lo suficientemente rápido para salir del vehículo. Si el árbol no
hubiese estado podrido. Si cualquier cosa hubiera pasado de un modo diferente,
el señor Orralec podría haber llegado al hospital a enterarse del nacimiento
del hijo de su hija consentida. Pero nada sucedió de alguna forma distinta.
El principal pilar de la
familia portadora del apellido LePap, había muerto al día siguiente que su hija
y el mismo día que había nacido su nieto.
En el funeral, la viuda Risaen
Lindonel lloraba sin consuelo alguno, mientras uno de sus hijos Egnirf LePap
conversaba con su hermana mayor Elizabeth.
-¿Qué haremos ahora?-
preguntó preocupado Egnirf
-¿Además de llorar?-
-Elizabeth, estoy hablando
en serio, esto es horrible. Darlin muere mientras está dando a luz y a la media
hora nos llama un oficial diciendo que… que…- a aquel alterado joven le pesaba
demasiado la muerte de su padre, sin embargo lo que más le preocupaba era que
al cabo de unos meses el Hotel de la familia y los demás negocios comenzarían a
tener problemas financieros sin su padre al mando, dando como resultado la
quiebra y muy pronto el empobrecimiento de la acaudalada familia.
-Diciendo que papá tuvo un
accidente de auto en el que un árbol lo aplastó- terminó la frase la
impenetrable y ruda Elizabeth, quien no pudo evitar derramar una lagrima de su
frio y seco semblante
-Esto es malo Elizabeth, los
problemas vendrán y pronto se acabara el dinero y luego…-
-Egnirf ¿Qué cosas estas
diciendo?-
El muchacho no lo soportó más
y exploto con un grito ahogado hacia su hermana, que fingía no entender lo que
estaba tratando de decir.
-¡Carajo Elizabeth! ¿Qué mierda
vamos a hacer?- su hermana lo miró con aires de reproche y enojo, como si con
su sola mirada tuviese la capacidad de ahorcarlo y darle un par de bofetadas a
su idiota hermano.
-¿Cómo que que vamos hacer?-
-Elizabeth, nuestro padre
murió. El Titán acaba de morir y parece que no entiendes lo que esto significa-
-Claro que se lo que implica
su muerte. Tiene un trasfondo muy amplio, profundo y obscuro, más allá del
dolor y la tristeza que ahora sentimos-
-¿Qué vamos a hacer?-
-Escúchame bien, pequeño
gusano…- respondió mientras dirigía a su hermano a una parte lejos de los ataúdes,
y de donde estaba la extensa familia –Papá murió, estoy consciente de ello,
Darlin murió dejando a un hijo del que ahora debemos hacernos cargo, pero no
por eso echaremos a la basura el arduo trabajo y los muchos años que le tomó a
nuestro padre construir lo que él llamaba su imperio. Hacerlo crecer de un
pequeño negocio a uno de los hoteles mas lujosos del maldito país no fue cosa
facil. No nos detendremos, y mucho menos tiraremos por el maldito caño todo el
esfuerzo, la sangre y el sudor que Orrealec LePap derramó en vida. Trabajare
como él lo hizo, trabajaremos todos juntos tal como él lo hizo, para lograr
prolongar la vida de los LePap. Así que no me vengas a preguntar qué es lo que
vamos a hacer. Ya no eres un maldito niño Egnirf, eres un adulto con esposa e
hijos y por ello debes comportarte como tal. Así que si te vuelvo a escuchar
preguntando qué es lo que vamos a hacer, te juro que el próximo funeral será el
tuyo-
Egnirf recobró de inmediato
la compostura, apartando todos los pensamientos sobre el dinero y la quiebra, dedicándose
únicamente a llorar la muerte de su hermana menor, Darlin y su amado padre.
Si aún no lo han notado, lo
cual me parece bastante ilógico no advertir por la gravedad del asunto, es que
el nacimiento de Nofarrag estuvo en medio de dos muertes, una de ellas la de su
madre, a la cual nunca conoció ya que pereció antes de que el naciera.
Nofarrag, aunque fuera un
bebe sin aparente uso de razón, parecía entender que su nacimiento había sido
igual que cualquier escena de una tragedia dramática, donde al final todos
mueren dejando a un único sobreviviente para contar una historia de venganza,
dolor y sufrimiento, aunque en el caso de los LePap, no había ningún tipo de
venganza, aún. Por esa razón, el más pequeño de los LePap decidió nunca sonreír
aunque no estuviera realmente consciente del hecho.
En ningún cumpleaños se le vio
una sonrisa, en ninguna graduación se le notó una mueca de alegría, nunca nadie
pudo contemplar realmente un Nofarrag alegre o al menos una sonrisa en su
rostro por puro y mero compromiso.
Fue un niño solitario, ni siquiera
sus primos se acercaban a jugar con él, o tan solo a dedicarle un amable y
tierno cumplido. Claro que Nof contribuía con sus actos y mal humor a esta
amarga soledad.
Un día, una prima suya que había
nacido dos meses antes que él, logró entablar una conversación muy amena con el
triste chico.
-Hola Nofarrag- inició la
pequeña y dulce Jesica Montesquin, hija de su tía Jennifer LePap y su tío
Sajonis Montesquin. Nofarrag no pudo evitar corresponder ese saludo, para después
hablar sobre el sistema solar y los nuevos ORRIBLS Sabor coco, que sin duda
alguna eran sus tópicos de conversación favoritos.
LePap pensó que por fin había
conseguido una amiga, una compañera. Pensó que había encontrado a alguien que
no lo sacaba de quicio con solo decir hola.
A la mañana siguiente sonó
el teléfono de la casa de la tía Elizabeth. Nofarrag estaba emocionado, sin sonreír,
pero emocionado, pues Jesica le había dicho que llamaría por la mañana, durante
el desayuno para hablar del cereal favorito de ambos pequeños. Pero la persona
al otro lado de la línea no era Jesica. Elizabeth se soltó a llorar y fue
entonces cuando las nacientes ganas de sonreír de Nofarrag se fueron por el inodoro.
Lamentablemente, cuando sus tíos y su prima juntos con sus tres hermanos,
regresaban a su casa la noche anterior, una vez más, la tragedia en un
accidente automovilístico azotaba a los LePap.
-Estaba lloviendo a cantaros
señora LePap, cuando encontramos el vehículo, a pesar de la pérdida total,
pudimos identificar que los frenos habían fallado mientras el coche andaba, poco
antes de perder el control y estrellarse… yo… yo lo siento mucho, el año pasado
perdimos al Oficial Adinei LePap, al cual recordamos como un gran hombre y un
gran policía, que dios lo tenga en su gloria. El cuerpo de policía esta con
ustedes los LePap, Elizabeth- eso fue lo que le dijo el oficial Aicilop a la
desconsolada Elizabeth LePap, quien veía como la vajilla se iba quebrando y
reduciendo a tan solo un trozo de lujosa cerámica. Nofarrag no lloró ni por un
segundo la pérdida de su prima.
No solo la vajilla del
chiste familiar se iba quebrando, también el corazón de Nof.
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