Las máscaras blancas: 4. El Bar

     El Bar
-¿Qué te sirvo cariño?- se acercó la voluptuosa señorita que estaba atendiendo la barra esa noche, al extraño tipo sentado en una esquina, totalmente solo, sin acompañante alguno.
-Tequila- Contesto tajante, pero distraído aquel muchacho
-Un tequila enseguida para el caballero- se alejó brincando, haciendo mover todo su cuerpo y las curvas que conformaban a este.
¿Por qué un tipo tan seco y sombrío estaba en un bar tan extraña y perturbadoramente alegre, en la ciudad? Nadie lo sabía, ni siquiera la chica que se acercó a coquetearle y fue bruscamente rechazada, mucho menos el hombre al que ahorcó antes de entrar y arrojo a uno de los contenedores de basura de la parte trasera, y obviamente, menos el mismo tipo lo sabía. Por alguna extraña razón, fue a dar ahí, sin recibir alguna explicación, de por qué su pago sería efectuado en dicho lugar.
-Un tequila para ti- le puso el vaso justo enfrente de aquel hombre, para después inclinarse y sonreírle de manera exótica y sucia en muchos sentidos -¿Cómo llegaste aquí?-
-No tengo ni la más mínima idea-
-Pareces ser de aquellos que van a los clubs más elegantes de la ciudad a tomar vodka o algo de eso-
-De hecho, lo soy-
-¡Ay sí, bombón, lo sabía!-
-Claro que sí- respondió sarcástico el sombrío hombre, quien apenas tenía 24 años de edad.
-¿Entonces que haces aquí?-
-A veces a uno le dan ganas de visitar los barrios bajos de la ciudad-
-Comúnmente es al revés-
-Sí, lo sé, por eso no puedo entender cómo es que a alguien se le ocurriría traerme aquí-
-No lo sé-
-Sé que no lo sabes-
-¿Por qué eres tan así?-
-¿”Tan así”?-
-Sí, así, como que seco, medio acá malote, no lo sé. Incluso los ebrios motociclistas que vienen aquí, tienen un aspecto más alegre que el tuyo-
-Ya te lo dije-
-Aun así, ningún rico se pasea por aquí, más que para…- la chica adquiere un aire pensativo, intentando averiguar si sus pensamientos son verdaderos.
-¿Más que para qué?-
-Huir, o hacer un negocio sucio-
-¿Ah sí?-
-Eres uno de esos ¿Cierto?-
-Bueno, pequeña y erótica señorita Holmes, ya dio en el punto-
-¡Ay sí, lo sabía! Soy toda una detective-
-Espero que no, porque si no estoy en serios problemas-
-¡Eres un loco!- exclama después de soltar una carcajada triunfal.
-Tan solo soy un asesino-
-¿Asesino?-
-Sí-
-Ay… eso me prende- anuncia mientras se alborota el cabello, de una manera ridícula, intentando parecer sexy.
-¿Moverte así te funciona?-
-¿Moverme cómo?-
-¡Oh! Ya entiendo, lo siento, no sabía que eras una zorra sin saberlo-
-Que grosero, si vas a estar así ya me voy-
-Nadie quería hablar contigo-
La chica ofendida, le dedica una mirada antes de lanzar un escupitajo al vaso del tipo. “Plop” se escucha al impactar con el contenido del vaso, la sustancia proveniente de su boca.
-¡Muchas gracias! Ahora tengo mi vaso de tequila, lleno de alguna ETS que contrajiste-
El lugar estaba bastante tranquilo a pesar de ser la hora de más movimiento entre la economía ilegal de aquel lugar de la ciudad. Pero no todo podía estar relajado tal como el señor ebrio hasta los pies, acomodado en un rincón del lugar, con un poco de vomito embarrado en su camisa roja a cuadros. De la nada se abrió la puerta del lugar con un azote que rompió los cristales que esta poseía. Tal como sucedió en el banco, entro alguien disparando, pero esta vez, no era un asesinato disfrazado de robo.
No.
Se trataba de una visita para cobrar una especie de tributo que tenían que pagar los dueños de cada lugar en esa zona de la ciudad, para así evitar ser asesinados o asaltados por el señor Zarza. Lamentablemente, la chica, debía ya un poco de dinero al terrible Zarza. Pero lo que fue aún más terrible, fue que aquel sombrío joven, era bien conocido por Zarza, gracias a un pequeño asunto, que incluía a la ex esposa de Zarza y el joven, mientras Zarza no se encontraba en casa. El joven huyo, y como es de esperarse de las endiabladas reacciones del buen Zarza, la esposa desapareció.
-¡Hola Kate!-
-Señor Zarza, le prometo que le pagaré lo antes posible, pero por favor ¡No me mate!- gritó la chica aterrada, presa del pánico y los nervios. Luego de eso, el joven que no había dicho una sola palabra, se giró para poder apreciar a su viejo enemigo.
-¡Tu! ¡Maldito!- inició el temible cobrador.
-Es un gusto verte Zarza-
-El gusto será mío al matarte, bastardo de mierda-
-No eras a quien esperaba, pero ya que estamos aquí…-
-Coincidiendo-
-En un bar que nadie recordará-
-Me parece el momento perfecto para equilibrar la balanza-
-Entonces me quitaré la gabardina-
-¡Muchachos!- ladró el terrible hombre a los dos matones que lo acompañaban –No me quiero ensuciar las manos, así que déjenlo listo, para que el último golpe que sienta, sea el mío-
Los dos se pusieron en marcha y se acercaron veloces al joven, quien los esquivo. Golpes se lanzaron en muchas direcciones. Botellas rotas cubrieron el suelo luego del fiero combate. Alcohol regado se mezclaba con la sangre de los matones, quienes después de unos cuantos minutos, cayeron muertos al suelo, literalmente.
Los mató a golpes.
Zarza, era bien conocido por haber sido un luchador callejero, lo cual lo hacía ser como un perro rabioso en cualquier combate al que entrase.
-Inútiles- gruño a los cadáveres antes de, él mismo, lanzarse contra el joven, quien a pesar de haber podido zafarse de los dos gorilas de Zarza, recibió muchos puñetazos y su jovial rostro, estaba amoratado, cubierto de sangre y algunos cristales.
Zarza, a pesar de su agilidad, violenta y veloz, fue derribado de un solo movimiento por el joven, quien de inmediato comenzó a golpearlo con un trozo de silla que estaba cerca. El suelo se llenaba de sangre. El rostro de Zarza se desfiguraba y poco a poco iba perdiendo, no solo la batalla, también la vida. Pero sorpresivamente, se escuchó un estallido. Los feroces golpes cesaron y el joven cayó al suelo con un hoyo en su frente.
-No soy ninguna zorra, desgraciado- gruño la chica, al cuerpo inerte del joven.
-Me salvaste- susurró Zarza con esfuerzo.
-¡Oh! Yo…- pero justo antes de negar ser la supuesta salvadora de Zarza, la chica, más lista de lo que parecía, corrió a su lado.
-Fue tan solo ayudarle señor Zarza- dijo, mientras que, con demasiados esfuerzos, lo levantó para poder atenderlo con todo lo que estaba a su alcance.
-Me salvaste Kate-
-Sí, señor Zarza… usted, ha sido muy bueno conmigo, le debía el favor-
-Tu cuenta esta más que saldada muchacha, ahora yo soy el que te debe todo-
-No diga eso señor Zarza-
-Por supuesto que sí- respondió tajante el temible mafioso.
-Bueno, yo no soy nadie para contradecirlo-
-Pues ahora, eres alguien, Kate. Mañana reconstruyo este lugar, y tú te vas conmigo, a la ciudad-

Justo en ese momento la puerta volvió a abrirse, dejando entrar el sonido de radios, sirenas y conversaciones de miembros del cuerpo de policías. ¿Quién demonios los había llamado?

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