Nota del autor:
Querido lector, seguramente,
en este preciso momento está deseoso por saber en qué consistirá la mañana
alegre de la jornada laboral de Nofarrag LePap, pero me temo que es necesaria e
indispensable una pequeña, pero algo frustrante interrupción. No se moleste
conmigo, hágalo con usted mismo por leer esta historia que comienza a tomar
aires bastante extraordinarios que son habituales en la vida de personas locas
con historias inverosímiles, llenas de fantasía y diversión, pero tomé en cuenta
que sigue siendo una tragedia, un gancho al hígado, un puñal incrustado en el corazón,
así que, si usted cree que todo será felicidad, alegría y amor a partir de
ahora, me temo que está en un terrible error. Tal vez sí satisfaga esa peculiar
necesidad en su interior, de una historia con alegre romance, pero el mal sigue
al acecho. En fin, yo tan solo venía a informarle que esta interrupción está sucediendo
justo después de que nuestro querido equipo de narración se entera de la
difunta esposa de Nofarrag LePap en el capítulo 14.
Samuel
Tapia
17. Billy narrando: Algo no
cuadra
-¿La difunta esposa de LePap
es basura?- pregunta Bremon, algo alterado como de costumbre, a Vida.
-Yo… ¡Yo no dije eso! El
papel no lo consideró importante ¿Qué quieres que haga?- contesta Vida, limpiándose
las manos.
-¿Hay otros informes que no
se borren automáticamente por considerar las cosas menos importantes que
otras?-
-Sí, están en el archivo,
obviamente- responde Vida, obviando su respuesta para hacernos pensar a los
tres que sin duda alguna, los archivos de la esposa muerta de Nof deben estar
en un edificio viejo al norte de las instalaciones.
En ese momento, los tres,
Vida, Acinbo y Bremon, voltean a verme, y ni siquiera es necesario explicarme
lo que ese trio de abusivos quiere que haga, puesto que yo, al igual que ellos,
estoy demasiado sorprendido por la que acaba de decir Nof. Aun así no puedo
evitar el soltar un suspiro por lo que sé que me pedirán a continuación y antes
de que me comiencen a explicar lo que quieren, me apresuro a decir…
-Regreso en un rato-
Los tres me contestan a coro
-Gracias Billy-
Después de sonreírles de
manera grosera para que entiendan que me están haciendo perderme de algo que
quiero escuchar, me levanto de la pequeña sala que esta junto a la sala de narración
de Bremon y salgo a paso veloz hacia el Archivo.
El tiempo aquí arriba no
funciona igual que en la Tierra de los mortales, por esa razón, no es habitual
guiarse por el sistema humano común de horas y minutos. Es usado, sí, pero para
nosotros no resulta ser tan relevante como lo es para los mortales. Es más fácil
decir “Acaba de amanecer”, “Es de día”, “Ya es la tarde”, “Esta anocheciendo” o
“Ya es de noche”, pero el principal problema que le veo a la empresa de
narradores, es ese.
Las horas y días cambian en
cada lugar de la Tierra y aquí arriba, cuando es noche, en gran parte del
planeta es de día, y muchos llegamos aquí acostumbrados a dormir por las noches
y trabajar en el día, pero si estamos siguiendo una narración como la de Nof,
es necesario estar despierto de noche y dormir poco en el día, lo cual es
horrible.
Aún recuerdo cuando acababa
de llegar, tenía problemas con mi muerte y estaba acostumbrado al horario
humano.
¡Ah! Mi muerte. La recuerdo,
como si hubiera sido ayer.
Estaba muy tranquilo en mi
oficina, matando el tiempo al no tener nada que hacer, cuando de pronto, una
mano me tapó la boca y sentí el frio cañón de una pistola en mi nuca. Muchas
veces me había sucedido tal cosa, supongo que se debía en gran medida, a los artículos
que gozaba escribir y publicar en lugares visibles donde todo el mundo los
pudiera ver.
El anterior ataque a mi
persona, había sido menos físico y más intelectual, ya que en una revista científica
de renombre, dijeron indirecta, pero muy directamente que yo era un idiota por
pensar en la posibilidad de conspiraciones, pero no es que pensara en la
posibilidad, es que yo las había visto y la mayoría eran reales. Lamentablemente
para ellos, no me detuve y seguí publicando y dando mis argumentos para que las
personas supieran que lo que decía era verdad.
Sin embargo ese día, no me
secuestraron, no me hicieron preguntas, no hubo golpes, palabras, nada de lo
que habitualmente me hacían, ese día solo me saludaron.
-Bill Lasrevinu Amgine, la sociedad
Atlante dice “Hola”- dijo la voz rápida y determinada de una mujer.
Y lo último que escuché después
de eso, fue una explosión que hizo volar mis sesos en la habitación, de ahí no
sé nada más.
Nunca en mi vida escuche hablar
de tal sociedad, pero sin lugar a dudas, se sintieron insultados, amenazados o
aterrados por ser descubiertos debido a alguno de mis imprudentes escritos.
Pienso que era más fácil obligarme a decir abiertamente que yo estaba
inventando cosas y todo lo que había escrito era mentira, pero ahora estoy
muerto y ya no hay mucho que hacer por mí.
Nadie sabe esto, ni siquiera
los que están aquí y yo prefiero no hablar de ello. Nunca sobresalí en la
sociedad y siempre pasaba desapercibido dando el aspecto de ser alguien algo
tonto, además de que al publicar cosas, lo hacía bajo el seudónimo de “B.L.A.”.
En mis años de estar con los
narradores he notado que Existencia se encargó de ocultar a los ojos de todos,
cualquiera de mis trabajos. Nadie escuchó nunca hablar de B.L.A. y sus teorías conspirativas
sobre sociedades secretas o información que se nos presentó como verdadera
cuando era falsa, y por esa razón pienso que Existencia no es tan buena como
aparenta y que aquí hay algo que no cuadra a la perfección.
¿Por qué no sabíamos del
hombre conejo si es un enemigo público? ¿Nadie por temor, habla de la voz al teléfono?
No puedo hacer nada, más que
espiar desde las sombras, pasando desapercibido, como siempre lo he hecho.
Aun así, a pesar de que a
todos aquí, se nos oculta algo, me parece que la corporación de narradores es
bastante sorprendente. No es porque me gusta espiar y enterarme de todo, si no
que, realmente es grandioso.
Sigo caminando apresurado
para evitar perderme lo que se convirtió en una narración interesante y
asombrosa. Llegando por fin al ascensor para poder bajar y salir al jardín, me
detengo a presionar el botón y esperar impaciente su llegada al piso en el que
estamos.
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