El zumbido


El zumbido
Un murmullo extraño se escuchaba en la obscuridad de aquella noche, tal vez un zumbido, una especie de quejido metálico, pero Toño y Juan estaban muy ocupados pintando la casa. Su jefe les pidió que se quedaran hasta tarde pintando a cambio de un bono extra para los dos. Toño y Juan aceptaron sin pensarlo, aunque ello significase quedarse toda la noche pintando, con los peligros que suponían las altas horas nocturnas en las que nadie debería salir, peligros tales como ese zumbido que ni siquiera pasó por su mente como algo maligno. Para ellos, era tan solo eso, un murmullo en el ambiente, tan típico que no resultaba ser parte de algo más grande que solo un suave quejido metálico. Toño y Juan charlaban sobre la casa que estaban construyendo con sus demás compañeros.
-Está bonita- opinaba Juan.
-Algún día le daré una así a mi vieja y a los chamacos- respondía Toño.
El zumbido aumentaba y los apenas perceptibles quejidos metálicos, se hacían cada vez más intensos, al grado de que Juan ya no pudo ignorar más el hecho de que algo raro sucedía a su alrededor, en medio de aquella obscuridad iluminada por faroles que desprendían una luz naranja que apenas y servía para pintar la casa por fuera.
A pesar de la ausencia de niebla, no se veía nada. A pesar de los altos pastizales que plagaban el terreno atrás de la casa, nada malo o sospechoso se observaba. Aun así, el ruido era cada vez más fuerte y por ende insoportable.
-¿Qué es eso Toño?-
-¿Yo que voy a saber?-
-Pues tú dijiste que ya antes habías trabajado en las noches-
-¿Y eso que o qué?-
-Pues debes saber qué cosa hace ese ruido-
Toño no tenía idea, ya que nunca había escuchado algo parecido, cosa que le aterraba. Era muy miedoso y gracias a esa característica suya, prefería no indagar y terminar su trabajado antes de las 3 de la mañana.
-Ya Juan, mejor ponte a hacer esto-
-Pero ¿y si es algo malo?-
-Si es algo malo, te comerá si lo buscas, o peor aún, te harán un chequeo de próstata y no va a ser con el dedo-
Juan entendió que era mejor no buscar problemas y exactamente hacer lo que dijo Toño, terminar lo más pronto posible. No obstante, el zumbido de pronto estaba a prácticamente unos cuantos metros de ellos.
-Chale Toño, me estoy poniendo nervioso-
-¡Ya! Te dije que si sigues, te van a agarrar pero chido- el zumbido comenzó a sonar como un gruñido muy tétrico en el interior de la casa que estaban pintando.
-Toño ¿Y si mejor nos vamos?-
-Ahora sí ¿No? Pues ahora te quedas y entras a ver que es-
-Pero Toño...-
-¿No que muy salsa? Ven, no seas niña y entremos a ver qué es eso-
A diferencia del exterior donde sí se podían distinguir los alrededores, el interior de la casa era un abismo de absoluta obscuridad donde lo más que podía hacerse, era guiarse por los sonidos que ya eran abruptamente callados por ese zumbido en forma de gruñido que se escuchaba en toda la estructura.
Los dos hombres comenzaron a andar a tientas a la cocina, donde se había quedado una pequeña linterna. Cuando por fin llegaron a ella, la encendieron, la linterna había agotado casi todas sus baterías y la luz que emitía era apenas un destello suave que alumbraba prácticamente nada. Toño se aventuró a gritar un hola, en espera de una respuesta humana, pero lo que obtuvo fue aún peor. Total silencio. El gruñido zumbador se detuvo en seco sin más. Esto debió haberlos tranquilizado pero lo único que hizo fue incrementar su temor.
Toño y Juan siguieron buscando en la casa, a pesar de que sus piernas apenas los podían sostener por el miedo que inspiraba ese asesino silencio sepulcral. Los dos revisaron toda la planta baja sin encontrar nada, más que algunos sacos de cemento vacíos, varillas rotas y tornillos regados por el suelo. Aquel par discutía seriamente si en verdad era necesario revisar la planta alta, hasta que se escuchó la caída de una caja de materiales olvidada en la parte de arriba, seguida del regreso del zumbido, pero esta vez tenía un volumen moderado e intermitente en distintos lapsos de tiempo relativamente al azar, así como si de una conversación se tratase. Los dos albañiles no tuvieron otra opción más que subir a ver quién o qué cosa había provocado ese estruendo. Al llegar a la planta alta el zumbido se calló de nuevo, después de revisar, no encontraron nada, más que la caja que se había caído, perfectamente acomodada en otro lugar a aquel en el que fue olvidada.
Los hombres, finalmente concluyeron que ya era muy tarde y un espectro los estaba acechando. A medio camino de bajar las escaleras, por fin la batería de la linterna murió por completo. Toño y Juan casi se paralizan del miedo, pues, aunado a que no veían nada en aquel mar negro, el zumbido regresó en la planta inferior.
Bajaron el resto de las escaleras a tientas y cuando por fin llegaron a abajo, la linterna, aún en la mano de Toño se iluminó con tanta potencia que era posible iluminar toda la casa con ella. Pero la luz era más horrible que la obscuridad. Lo único que se escuchó después, fue la caída de la linterna con el cristal quebrándose por el impacto y su luz extinguiéndose, acompañado de un grito desgarrador producido por los dos hombres.


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