Renerval
y Olenka
-Maldito
perro, ese desgraciado siempre me roba mi comida sin razón alguna, ya esta lo
suficientemente gordo el repugnante adefesio ese, y no le basta comer de otros
lados, tambien me debe comer la poca comida que logro conseguir despues de
deambular por las calles todo el maldito día
-¿Pero
por qué no has hecho nada aun?-
-Porque
nunca lo veo ¿Qué no es obvio que si no ya le hubiese cortado la garganta?-
-¿Por
eso me pediste que hoy te acompañara aquí?-
-Efectivamente
mí querido Langotski-
-Está
bien Renerval-
-¿Realmente
quieres matarlo?-
-Obviamente
no tarado, solo voy a ver a qué hora llega, para ver exactamente en qué momento
viene a robar mi comida y que perro es-
-Si
quiera te consta que el perro te la roba-
-¡Por
supuesto que me consta! Ya te conté lo que me dijo Svetlana-
-Ah
¿Sí?-
-No
me pusiste atención ¿Cierto Langotski?-
-Solo
repítemelo todo de nuevo, para refrescar mi memoria-
El
gato Renerval miró con toda su furia envuelta en pelos de color negro, al gato
Langotski cuyo sedoso pelaje era de color naranja, muy extraña y resaltante
tonalidad era la suya en la ciudad nevada siempre invernal en la que vivían el
par de gatos callejeros. Langotski era una bola peluda naranja en medio de un
gélido mar blanco, a diferencia de Renerval que se confundía como una mancha de
suciedad gris entre toda esa nieve citadina.
Renerval
suspiró con algo de enojo ante la mala memoria de Langotski, no obstante era su
único verdadero amigo en toda la ciudad, su amigo que lo acompaña en todas sus
aventuras y curiosos trabajos sucios entre la mafia gatuna del territorio, que
constantemente incluía vigilar perros que eran los naturales enemigos de los
gatos, no obstante había algunos animales neutrales al conflicto existente
desde el principio de los tiempos. Tal era el caso del perro ladrón al que justamente
estaban vigilando en ese momento, por eso Renerval acudió a la ayuda de su
amigo Langotski, quien era su cómplice en los trabajos así.
-Svetlana
me contó que estaba pasando por aquí cuando vio como un perro llegaba corriendo
a mi casa y se llevaba todo mi paquete con comida-
-¿Y por
qué demonios no lo detuvo?-
-Pues
porque es Svetlana-
-Ah
cierto- respondió Langotski nada sorprendido, ya que Svetlana era una gata muy
popular en la ciudad, no obstante, era la personalidad más voluble y
traicionera que existía, cualquier cosa que hacía era para su propia
conveniencia y aquella información que proporcionaba a los demás era
información nada más, no hacía favores a nada ni nadie –Aun así no le hubiera
costado nada encargarse del asunto-
-Ya
sabes cómo es-
-Sí,
sí lo sé-
-Ahora
todo lo que tenemos que hacer es esperar a que llegue el perro-
-Pero
si…-
-¡Mira!
¡Ahí esta! Callate cállate-
El
perro no era un animal gordo tal como había mencionado Svetlana, por el
contrario se le marcaban las costillas, no era macho sino hembra, y tenía una
oreja lastimada, su color de pelo era café pero tenía algo de negro gracias a
la suciedad y alguna sustancia pegajosa que tenía adherida en las patas,
seguramente por recorrer la zona industrial de la ciudad. Tal como lo dijo Svetlana
la perra tomo el paquete de comida juntado por Renerval durante la tarde del
día anterior y la mañana de ese mismo
día. Llevaba por lo menos una semana sin comer de manera decente el pobre gato,
pero ahora que había visto a la responsable de su falta de comida y su
creciente hambre, no pudo evitar lanzarse dramáticamente frente al pobre
animal. Renerval cayó con demasiado estilo, seguido por Langotski, quien a
pesar de haber caído sin tanto estilo como Renerval, habría obtenido el mismo
puntaje de caída tan solo por lucir ese fantástico e inusual color de pelo en
la ciudad.
-Maldita
perra, te atrapé tal como quería- prácticamente grito Renerval entre gruñidos
amenazantes.
-Yo…
solo…- La pobre perrita tartamudeaba aterrorizada de tener de frente a dos
gatos, enemigos natos de los perros.
-Más
te vale que dejes mi comida en el suelo, si no quieres morir hoy- aviso
Renerval, a lo cual no le quedó otra opción más que obedecer -¿Cómo te llamas?-
-Soy
Olenka-
-Bien
Olenka, ahora debes decirme porque robas mi comida- preguntó Renerval, muy
distinto a su modo habitual de hacer las cosas. Langotski, se sorprendió de que
su compañero estuviese haciendo preguntas en vez de “ir al cuello”, como era
costumbre.
-Señor,
por favor no me mate- suplicaba Olenka, tan asustada que apenas podía hablar,
pues estaba enterada que aquel que era dueño de la comida que robaba, era uno
de los principales ejecutores de la mafia gatuna.
-¡Te
pregunté algo!- gritó Renerval.
-Mi…
mi… mi-
-¡”Mi…mi…”
mi que!-
-Mis
hijos, ellos, lo hago por ellos, yo no pruebo ni siquiera bocado de esto, todo
es para ellos, yo tan solo me limitaba a la basura que encontrábamos en las
calles, pero llego el día en que uno de mis pobres bebes murió ¡Y entre en
desesperación!- gritaba alterada entre mucho llanto Olenka.
Renerval
miró a Langotski –Svetlana da mala información- a lo que Langotski asintió.
-Llévame
con tus hijos Olenka, quiero comprobar tu historia-
Olenka
obedeció las órdenes del asesino que la había atrapado robando, pues más cosas
no podía hacer en realidad, no estaba en posición de atacar a dos gatos a la
vez y mucho menos de intentar si quiera atacar, su grave desnutrición la tenía
bastante débil. Los dos gatos y Olenka llegaron con los bebés, pequeñas bolitas
tiernas que estaban creciendo bastante sanas y fuertes, gracias a la aventura
suicida que su madre emprendía todos los días para darles algo que comer.
-Escúchame
bien, Olenka. Ya no tendrás que robar más para alimentar a tus hijos, ni tu
morir comiendo basura, yo me encargaré de darles comida a todos…-
-¡Muchas
gracias señor Renerval!-
Langotski,
estaba muy sorprendido por la actitud de Renerval ante el asunto y por la solución
que dio a todo ello, por eso, una vez que se fueron de la humilde caja de
Olenka, no pudo evitar preguntar.
-¿Por
qué lo hiciste, Renerval?-
-Porque,
mi buen Langotski, en la historia nunca hay buenos ni malos, tan solo hay
distintas opiniones y puntos de vista, al principio ella era terrible por
dejarme sin comida y si yo hubiese quitado la comida del lugar, yo hubiera sido
un monstruo por causar la muerte de perros inocentes. Ahora el único bueno aquí
soy yo, porque mantendré a una familia de perros y todos me adoraran, incluso
en algún momento me pueda deshacer de nuestro estúpido jefe con ayuda de los
hijos de Olenka, una vez que sean mayores y fuertes-
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