El baile de las ruedas


El baile de las ruedas

Se podría decir que era un salón descomunal, tal vez una inmensa sala de estar dentro de un maravilloso, majestuoso y glorioso hotel; incluso un lugar para reposar dentro de una academia, una zona pacífica para que las damas disfrutaran alegres de un momento de calma, alejado del fragor de la ajetreada vida del lujo y los excesos, de la soberana y superflua opulencia.
Las personas pueden llevar una vida monótona y vivirla sin problema alguno, anda con aparente relajación y una falsa alegría, haciendo pensar a los demás que en realidad disfrutan de esta aburrida monotonía; no obstante, siembre hay un punto en el que todos quieren escapar de su vida, de la tragedia de respirar cada día el mismo aire, de ver las mismas personas, oler los mismo aromas, percibir las mismas absurdas emociones. Algunos pueden hacerlo sin salir de la zona que transitan diariamente, sin mover un solo músculo de su lugar, pero existe un lugar en específico en el universo entero, donde las personas más prestigiadas y reconocidas pueden llegar en busca de la calma, ese lugar de largos pasillos y techos altos, que la hace de plaza y a su vez de un mágico paraje iluminado por las más cálidas y finas luces que la mente pueda imaginar, un lugar excelso donde las personas asisten en busca de la felicidad o, al menos, de la paz.
El día en el que nos situamos, asistieron  a dicho lugar un distinguido grupo de mujeres, bastante interesantes en verdad. Se trataba de una especie distinta a las demás, ellas andaban con una suavidad asombrosa y no titubeaban ni siquiera un poco al rodar, ya que, en vez de pies, tenían ruedas, incluso algunas carecían de piernas y en su lugar tenían una gran rueda adornada con los más delicados garigoleos, el andar de estas bellas damas poseía una gracia propia del aire, transitaban los pasillos con tanta frescura, mientras el aire pasaba entre sus fantásticos cabellos que, tal cual hojas al viento se elevaban a lo alto, en una danza agradable a la vista, digna de los dioses.
El grupo tenía sonrisas alegres en los rostros a pesar del fatídico final que les esperaba, pues en medio de aquella galera obscura, donde estaba el lugar de paz y calma, ellas encontrarían el descanso eterno en medio de la luz.



(1956). A la felicidad de las damas [óleo]. México: Catálogo Remedios Varo

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