Narices rotas

Narices rotas 
No obstante, era imposible saber sobre los peligros que había alrededor de aquella supuesta parada segura, aunque de ello no tenía nada. Unas cuantas rocas amontonadas en medio de la arena y las colinas desérticas, no representaban un lugar para dormir, pero algo que era cierto, es que no se encontraba entre los planes del ladrón el acto de entregarse al sueño nocturno, él sólo quería bajarse del caballo unas cuantas horas, perder un poco el tiempo antes de seguir con su camino, ver si tenía solución alguna su bota o no, pero antes de proseguir es necesario aclarar que la bota no tenía arreglo, al menos no inmediato. 
Ató como pudo el caballo a una de las rocas, bajó al muchacho para recargarlo sobre las rocas, de modo que quedara sentado sobre la arena pero con la espalda relativamente recta respecto al suelo, alimentó al caballo y se sentó junto al joven. 
-Llevas mucho tiempo así ¿Sigues vivo?- el ladrón acercó su dedo a la nariz del chico para comprobar que respiraba y no había estado cargando un cadáver toda la tarde. Aún respiraba ¿Mala o buena suerte? Era difícil saberlo, pero por ahora era un lastre, parecía un cadáver el chico; no se movía, no hacía ruido, su respiración era apenas perceptible.
-¿Te parece gracioso quitarnos aire, eh, bastardillo creyente?- El ladrón se había acostumbrado a no hablar con nadie, a no abrir la boca por ningún motivo de no ser necesario, era un hombre solitario, sin embargo, siempre llegaba el momento en que no podía evitarlo y le dirigía un par de palabras a su caballo, frases breves donde le avisaba de cómo era el camino, o de cuando estaban próximos a detenerse o seguir avanzando, era la compañía que tenía, pero aquella noche , aquella noche tenía junto a una persona real, alguien que respiraba, que emitía sonidos apenas audible cuando lo cargaba o lo movía de lugar, lo lógico era aprovechar la ocasión y hablar con él, aunque no respondiera, o siquiera tuviese idea de que estaba inmerso en una conversación. Claro que no era una conversación como tal, en realidad eran preguntas sin espera de respuesta o breves comentarios.
-¿Trabajas en el banco entonces? Ciertamente por tu aspecto puedo decir que sí, en realidad pocas personas tienen una camisa tan blanca hoy en día, pocos hombre están en un banco a la hora en que yo entré, sí, sin duda trabajas en el banco, y podría apostar mi sombrero a que eres nuevo o simplemente débil, comenzaste a llorar a la primera señal de problemas, ni si quiera la anciana loca del campanario parecía estar llorando, maldita, se cargó mi bota, asquerosa ramera…- Las palabras del ladrón se vieron brutalmente interrumpidas por una mano sosteniendo una piedra avanzando a toda velocidad contra su nariz. Sobra decir que lo tomó por sorpresa y la piedra le reventó los vasos sanguíneos de su afilada nariz que de haber sido otro piedra, hubiera partido por la mitad a su contrincante, pero como no era el caso, el rostro del hombre se llenó de sangre y su puntiaguda nariz estaba ligeramente enchuecada a la izquierda ya que el golpe vino de la derecha, específicamente del joven que estaba mal atado de las manos y logró zafarse.
El ladrón gritó del dolor e instintivamente llevo sus dos manos a la nariz, lo cual sirvió para enderezarla un poco, pero no lo suficiente. Volteó para ver a donde corría el muchacho pero seguía sentado, ya encaminado a hacerle un segundo golpe, pero el hombre fue más rápido con su mano derecha apartó el brazo del chico y aprovechando dicho movimiento le atestó un fuerte golpe con el codo a la mandíbula del joven, este último quedó aturdido y para acabar recibió un puñetazo que también le reventó la nariz.
El joven no era bueno para las armas, las peleas y mucho menos para el dolor, ello dio como resultado que el último golpe lo dejara tendido en el suelo, nuevamente inconsciente.
-Oh no, bastardillo- se tuvo que limpiar la sangre varias veces antes de poder maldecir al muchacho, pues la boca se le llenaba del preciosos liquido rojo y no le permitía hablar adecuadamente, o al menos no como él quería, pues al final de cuentas era un ladrón casi toda su vida lo había sido y no se le daba muy bien el lenguaje. Era obvio que no le iba a permitir seguir dormido el resto del camino, llevar un bulto que cargar y evitar que se cayera del caballo era demasiado para los planes que tenía en mente.
-¡Arriba, holgazán asqueroso, levántate!- lo pateó en las costillas y el muchacho despertó entre tosidos y quejidos.
-¡Levántate dije!- gruño el ladrón de nuevo.
-¡Ya sé lo que dijo!
-¡Pues anda!
-¿No me va a matar?
-Eso es lo que quieres ¿Por qué lo haría entonces?
-¿Y que va a hacer conmigo?
-Te dije que te mostraría el infierno ¿No?
-Pues yo solo veo polvo, tierra y nada alrededor.
-Pues tienes que fijarte bien, porque yo soy el infierno.
-Honestamente lo dudo, pero bueno.
-Te diré como funcionaran las cosas a partir de ahora ¿Conoces a la banda de Klint?- el muchacho palideció de tan solo escuchar esas 5 letras en una sola palabra.
-Sí…
-Bueno, pues ahora procederé a atarte de los cojones al caballo, te arrastraré todo el camino para buscarlos hasta que los encuentre y una vez que estemos con ellos te ofreceré como un regalo.
-¡No, no, no! ¡No es necesario, haré todo lo que usted diga! ¡Por favor no me lleve con ellos!- el muchacho soltó lágrimas desesperadas.
-Entonces si vuelves a hacer eso de la nariz o me traicionas por algún motivo, no dudes en que te llevaré con ellos y no sólo cumplirán tu sueño de muerte, sino que te harán sufrir demasiado, porque si los conoces en verdad o has escuchado hablar de ellos, sabrás que son famosos por ser asesinos, malhechores y…-
-Y violadores- 
-Exacto y ellos van por todo, así que más te vale cooperar chico.
El joven asintió, en realidad su opciones eran reducidas, no tenía ni la más mínima idea de dónde estaba, le dolía el estómago, las costillas y tenía la nariz rota al igual que su secuestrador, con la única diferencia de que al hombre le había enchuecado la nariz del golpe y a él sólo le estaba sangrando con mucha abundancia. 
-¿No sería bueno que resolvamos lo de tu nariz?
-Estamos a mano en eso, a no ser que de verdad quieras que te la rompe y la deje destrozada, lo cual no me molestaría…- el hombre alzó su puño como si fuera a golpear al joven por tercera vez, provocándole a este último  una expresión aterrada en forma de súplica -No lo haré, no eres muy bueno resistiendo el dolor y te volverías a desmayar, ya tuve suficiente de cargar un saco inútil de carne y hueso toda la tarde.
-Gracias- murmuró el joven.
-Ahora pasemos a otra cosa más importante.
-Usted es el infierno- se apresuró a alabar el muchacho; el hombre lo miró perplejo y le lanzó arena a la cara.
-¡No me interrumpas cuando este hablando!- gruñó mientras el chico gritaba por la arena en los ojos -¡Y ya deja de gritar demonios! Ni las putas gritan tanto. El joven cayó de un segundo a otro y se aguantaba el ardor en su interior.
-Como iba diciendo… cuando te has quedado pensando casi tres décadas mientras asentías, supongo que repasaste mentalmente tus opciones ¿cierto?- el joven asintió nuevamente- Bien, al estar aquí ya estás muerto, si tenías familia en Santa Bibiana ellos ya te dan por muerto, justo ahora deben estarte haciendo alguna oración o algo porque no tienen tu cadáver, o simplemente esperarán tu regreso hasta que todos mueran y el pueblo mismo olvide tu existencia. Entonces ya no queda nadie a quien puedas recurrir más que a mí, y estás de suerte pues necesito un bastardillo como tú para lo que quiero hacer. 
-¿Es miembro de los Klint? 
-¡No inútil! Mi plan es cruzar todo el país y llegar a Santa Amistá- el chico palideció de nuevo.

-Prefiero que me entregue a los Klimt…

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